jueves, 8 de noviembre de 2007

CONOCER

Ante el caos de tener al Monarca apresado, España y luego América comienzan formar Juntas de Gobierno que destituyeron a las fuerzas francesas. En Chile esto se conjuga con la desestabilización y desorden en el poder, por la muerte del gobernador de la época Luis Muñoz de Guzmán. En su remplazo asume Francisco García Carrasco, quien por ciertas conductas y forma de relacionarse, es criticado por la aristocracia. Por miedo a un posible levantamiento, la Real Audiencia pide su renuncia y nombra como Gobernador a Mateo de Toro Zambrano y Ureta, un hombre de 83años, de poca experiencia en negocios y de carácter suave, por lo que realistas y patriotas trataron de manipularlo. Así fue como 2 patriotas lo aconsejan para convocar a un cabildo abierto donde se propone formar una Junta de Gobierno para resolver los asuntos políticos y administrativos locales, en ausencia del rey. Poco a poco, el panorama en Chile se acercaba más hacia una “revolución de Independencia”, buscando terminar con los lazos con España y hacer valer el derecho de los chilenos de gobernarse por sí mismos.

La junta asumió en 18 de septiembre de 1810, quedó integrada por Mateo Toro de Zambrano como presidente, el obispo de Santiago como vicepresidente, 5 vocales y dos secretarios. Con ella se crearon nuevos cuerpos militares, se establecen relaciones con otras juntas como la de Buenos Aires y con EE.UU.; se crea el congreso nacional. Este último el medio por el cual se organiza legislativamente el país con el primer ensayo constitucional, estableciendo límites a la influencia monárquica, poniendo un término concreto al régimen Monárquico Absoluto y acercándose a la República.

Ante la votación por la conformación del congreso nacional, Camilo Henríquez hace circular “la Proclama”, incitando a votar por su aprobación:

“…la República, la poten­cia de Chile, la majestad del pueblo chileno. El cumplimiento de tan halagüeñas esperanzas depende de la sabiduría de vuestros representantes en el Congreso Nacional. Va a ser obra vuestra, pues os pertenece la elección; de su acierto na­cerá la sabiduría de la Constitución y de las leyes, la permanencia, la vida y la prosperidad del Estado”.

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